QUE CON EL ALMA NO PUEDO (uno)


Ehhh..

Mmhh
...

Esto...

Para qué andarme por las ramas. Chapo el blog.

No era tampoco una sorpresa, ¿no?, teniendo en cuenta que llevo tres meses sin escribir nada era de prever. Iba a dejarlo tal cual, no me gustan las despedidas, pero bueno, os debía una explicación y además alguna cosita sobre el CEJ y las prácticas.

No obstante, vamos por partes (me niego a usar el chiste de Jack The Ripper). En primer lugar la explicación.

Este era un blog de un opositor, en el que hablaba de la oposición (y del Kas Limón algunas veces, ya). Y, claro, ya ni una cosa ni la otra (o sea, del kas limón sigo siendo, aunque me pase a veces al gintonic). Lo que quiero decir es que el cambio de chip ha sido mucho más fuerte de lo que creí nunca y los temas opositiles los veo muy lejanos ya (y eso que de vez en cuando le echo un vistazo al foro, que si no ni os cuento). Preciso, no tanto ajenos (ánimo a los que seguís en la lucha, vaya putada el test de jueces) como lejanos. No sé si me explico, que supongo, como es habitual que de que no.

Por otro lado, la falta de anonimato me impide escribir con auténtica libertad. La falta de anonimato y que soy Secretario Judicial, claro.

...

Vale, esa frase me ha sonado mal hasta a mí. Dejad que me desarrolle un poco (a ver si supero el uno setenta). Un ejemplo. Iba a escribir sobre el CEJ y las prácticas. Ahora tengo que hacerlo con cuidado. Que en realidad no, porque no había pensado hablar de nada polémico (porque no lo hay) pero, claro, no voy a rajar de las clases (que tampoco iba a hacerlo, las había buenas y malas), ni de los compañeros (máxime teniendo en cuenta que he conocido a una gente ma-ra-vi-llo-sa) ni a comentar cosas de las prácticas (aunque en realidad estoy encantado con la tutora) cuando, en virtud de mi magnífica habilidad en buscarme nick, ya se sabe de sobra quién escribe aquí.

Quiero decir, el problema no es que no pueda decir nada inconveniente, porque no lo iba a hacer; el problema es que, genéricamente, no puedo hacerlo (sí, ya lo sé, soy un libro abierto).

Además, ya sabéis que a mí lo que me gusta es escribir sobre el aspecto chorra de todo esto, y no me veo yo haciendo la entrada de "Yo no le miento a mi preparador" (demasiada flojera para poner enlace) desde mi nueva posición.

Y una vez dicho todo el anterior peñazo justificativo, lastimoso, cobarde y de autocompasión, me pongo a hablar del CEJ y las prácticas, que os lo debía desde hace tiempo ya.

CEJ:


Ah, el CEJ (dijo él mientras miraba melancólicamente por la ventana), dos meses que parecen una vida y se pasan volando. Varias veces me ha ocurrido el acordarme de algo que había hecho sólo unos días atrás y que, sin embargo, parecía que había ocurrido mucho, mucho antes. Síndrome del Gran Hermano, supongo, si entendéis de lo que hablo (que sigo suponiendo, que como de costumbre, de que no).

¿Qué deciros? Venga, en primer lugar la parte técnico-seria.

Supongo que como sabéis todos, el CEJ, como ente físico, bien inmueble, templo de sabiduría y tal, consiste en un coqueto (?) edificio sito en la Complutense, a las espaldas de la facultad de Derecho (muy metafórico todo, por cierto).

Las instalaciones, en sí, están bastante bien. Vamos, podrían ser mucho peores. Es más, si el centro estuviese en Andalucía lo serían, sin duda. La sala de ordenadores, nutridamente surtida (amén del wifi -intermitente- en todo el edificio), aunque, claro, al mes de pasar una tropa toqueteándolos, empezaban a colgarse de vez en cuando. Las aulas también bien. Con su portátil para el ponente y su pedazo de proyector para los PowerPoints. Un poco incómodas las que tienen los asientos del tipo ¿el-espacio-que-tengo-para-escribir-es-la-mierda-esta-que-tengo-debajo-del-brazo?, pero nada grave. Mención especial para los sillones del salón de actos, perfectos para una cabezadita cuando uno asistía a las charlas de por la tarde. Cuando uno asistía, claro (¿veis lo que os decía de medir las palabras y tal?).

La única pega es la falta de una cafetería, pero esto se suplía con la de la Facultad de Derecho. ¿Pegas? (aparte del mejunje que hacen pasar por café). Por un lado, que a veces se masifica (aunque cuando llegan los exámenes, eso es un páramo). Por otro, el hecho de ver a los chicos que están allí estudiando la carrera y que se te caiga el alma a los pies porque ya no te acuerdas de que fuiste tan joven (bueno, yo nací pureta, así que lo de la pena por la juventud perdida, tampoco tanto, eh). Consejo, para los días en que os quedéis a comer, si no os mola Derecho, por poco más comeis tranquilos en Informática, en la zona de profesores (o lo que sea esa sala). Ah, y ni se os ocurra pediros una hamburguesa en el Paraninfo (o como se llame el sitio para tomar birras al lado de la zona deportiva). O sí, si os gusta vivir peligrosamente.

(A esto creo que se le llama "descender al detalle en una narración")

Bien, bien, terminados los detalles logísticos, vamos con las clases. Psss. Ni ni . Buenas y malas.

Entrábamos a las diez y salíamos a las dos, dos y algo, con un descanso de media hora a las doce. Teníamos también (aunque no fueron todas las semanas) evaluaciones por las tardes (una tontada de examen que al final se hacía en común, es decir, ningún problema) y conferencias uno o dos días. El problema de las conferencias por las tardes es que te metías en ellas recién almorzado (comido, para los que no son de Valencia -chiste interno-) y entre la digestión y que algunas (algunas) veces eso era un muermazo total, te entraba un sueñecito tela de rico. Y al final terminaban pagando justos (ponentes) por pecadores.


Respecto a las clases mañaneras, pues de todo un poco. Empezamos bien, con clases no demasiado teóricas, aunque lo de la implantación de la NOJ, digámoslo de esta manera, realista, realista, no era. Pero claro, que estemos dos días con la ejecución y una semana con las conciliaciones y las técnicas de mediación y asertividad (teniendo en cuenta además lo enórmemente relevantes que son las conciliaciones en la vida de un juzgado -nótese la ironía-) pues no es serio. No es serio y quemó a mucha gente. Tanto, que cuando volvimos a aspectos más prácticos había(mos) desertado la mitad.

Debería hablar un poco del tema del control de asistencia. O no. O sí. O no. Bueno, sí, qué demonios. Durante (casi) el primer mes, inexistente. Durante el segundo, una vez que nos dieron las tarjetas (ta'jetah en chiclanero) identificativas, más inexistente aún. Cosa que me parece genial, porque evaluar el curso es una chorrada (además de casi imposible), así que el que quiera atender a la ponencia porque la considera interesante, fantástico, y el que considere que es un peñazo, que es mejor dormir la resaca/tomar birras/estudiar el examen de jueces, y que ya aprenderá en las prácticas (que para eso están) pues también chachi.

Claro que se parte con la ventaja de que ya sabías lo que te iba a tocar, ya que nos dividieron en cinco grupos (aunque variaron en circunstancias especiales) con lo que los cinco ponentes se rotaban y el lunes ya sabías lo que era interesante y lo que no.

Mi consejo, ir, salvo que alguna causa mayor (desde haberte acostado a las n horas un martes a que surja un plan cervecil) lo impida.

De todos modos, no os confundais, han habido muchas clases que me han gustado mucho (sobre todo las de Procesal Penal), incluso algunas, como las que dí en la sede del CGPJ, que, a priori, por su propia metodología (teatritos, juegos, etc...) no llamaban al optimismo, me sorprendieron muy gratamente. Es más, por lo que oimos de los fiscales que también dieron el curso, nos podíamos dar con un canto en los dientes respecto a cursos (de secres y fiscales) anteriores.

Total, todo este rollo para deciros que, en realidad, hay que hacer lo que uno hacía en la carrera. Que todos sabemos como se las gastan las Facultades de Derecho, nes pa?

Quizás el mayor debe que se le podría poner al curso es la ausencia de alguna actividad complementaria que se hacía otros años, salvo la apresurada, escasa e insulsa visita al Congreso. Pero bueno, para gustos colores.

En fin, que ya está bien de hablar de la parte peñazo del asunto (aunque si hay algo que os interese y me lo haya saltado, no teneis más que preguntarme en los comentarios, aunque cierre el blog, lo tengo enlazado al mail, así que me enteraré), pasemos a la parte lúdica... mmhh, esto se está haciendo muy largo, dejo para otra entrada el tema del jachondeo y las prácticas (no veais qué pedazo de despedida más larga).

No obstante, os hago un sutil resumen de cómo es el tema de la juerga y los compañeros de curso:

¡¡¡LA LECHE!!!


TODOS LOS OPOSITORES SE LLAMAN FLANNAGAN


El detective estaba perplejo. Había visto muchos casos a lo largo de su dilatada carrera, pero nada se asemejaba al presente. Lo que más le chocaba es que no había cuerpo, es más, lo relevante era la ausencia del mismo. A eso había que añadirle la certeza de la identidad del asesino. Eso estaba meridianamente claro. La víctima: las Oposiciones de Secretarios 2010. El asesino: el Ministerio de Justicia.

Volvió zambullirse, incómodo, en el sillón de su despacho. Era un despacho pequeño y modesto: escritorio, flexo, y una estantería con una serie de curiosos libros de tapas rojas. Mientras los miraba por enésima vez, pensó en la historia que tenía entre manos. Empezar por el principio siempre ayuda a la hora de resolver un misterio y por eso recordó los datos de las anteriores convocatorias: la de 2006, tras un parón de casi tres años y con hondas (y estúpidas) modificaciones de temario; la de 2008, dos años después, con el oral cortado por el verano. Desde luego el pasado de la víctima era turbio, casi tanto como el café que le ayudaba a mantenerse despierto por las mañanas, pero aún así había algo que no cuadraba. En los anteriores crímenes o bien existía un cierto patrón, o las cosas habían ido rematadamente mal desde el principio. En el actual, todo parecía ir bien, al menos en el inicio.

Su cínica mente, curtida de orales, le recordó el viejo refrán "si algo está bien, sólo puede ir a peor". Pero nadie se imaginaba, allá por el mes de noviembre, cuando empezaron los rumores, de lo que se avecinaba. Dichos rumores hablaban de convocatoria en enero, promoción interna antes del verano, test libre en junio y los orales a partir de septiembre. Se hablaba incluso de cinco tribunales, lo que hubiera permitido acabar prácticamente la convocatoria en un año.

La convocatoria en un año. El detective suspiró y se dispuso a servirse un whisky. Mientras su mano, con la piel excepcionalmente blanca, se acercaba a la botella, fantaseó de nuevo con esa antigua idea. Convocatoria anual, al igual que en jueces. Estaba convencido de que era el sistema ideal para cubrir plazas, dijeran lo que dijeran los burócratas de Washington. Un opositor va más tranquilo al examen sabiendo que tiene otra oportunidad el año siguiente y estudia mejor con una planificación clara. Con la sonrisa irónica que se le había marcado en la cara tras años de experiencia, alzó su vaso y bridó solitariamente por esa ilusión, "las buenas ideas merecen llevarse a la práctica".

El brindis fué respondido por el eco de las objeciones que se escuchaban tradicionalmente, "no hay tiempo para desarrollar la convocatoria", "se solapa con la siguiente". Tonterías, mil opositores se ventilan en poco más de cuatro meses, si es necesario, bien mediante cuatro tribunales, bien examinando los viernes. Y nadie se ha muerto (al menos no en esta ciudad) por echar la instancia de la nueva convocatoria estando pendiente de examinarse (bien del práctico, bien del oral, si es de los últimos). Es más, estaba convencido de que el Ministerio era capaz de prever el número de plazas necesarias para el siguiente año sólo con fijarse en las estadísticas existentes a los dos tercios del desarrollo del oral. Y sin embargo, no lo hacía. Eso acercaba al sospechoso a la categoría de psicópata, lo que nunca resulta agradable, aunque en ese trabajo, nada lo era. Por supuesto, la cuestión del dinero también era importante, el dinero siempre está detrás de la mayoría de los crímenes, pero la actitud del culpable era o la de un tonto o la de un loco. Pensar en cual de esas posibilidades era la real (si no las dos) le provocaba un escalofrío por la espalda.

El detective se levantó de la silla y paseó un poco por la habitación. Le gustaba desentumecerse un poco, las largas horas sentado le habían destrozado la espalda. Gajes del oficio. Con un movimiento de cabeza desechó el dolor (el alcohol ayudaba a mitigarlo) y se concentró en el caso. En los cómplices. En los Sindicatos.

Sindicatos. Sólo la palabra le dejaba en el paladar un regusto metálico, como si le metiesen el cañón de una 38 por la garganta. Realmente a veces prefería eso a algunas informaciones y declaraciones. No era un iluso, sin embargo, y entendía que los sindicatos defendieran a la Familia. Familia que normalmente empezaba y terminaba por ellos mismos, todo sea dicho. No obstante, no soportaba que le tomaran el pelo. Si te vas a inventar una mentira, esfuérzate en ello al menos. Sugerir que el test era demasiado pronto (como si estuviese prohibido estudiar antes de la convocatoria oficial), o aducir la reforma procesal para lograr un retraso (cuando la reforma afecta entre poco y nada a los temas de Promoción Interna) era, por usar un lenguaje que escandalizaba a su madre, allá en Arkansas, como si te estuvieran meando y te dijesen que está lloviendo.

Le indignaba también la temeridad de los Sindicatos, la falta de preocupación porque se produjese una guerra de bandas entre el Turno Libre y la Promoción interna, las tradicionales de la ciudad. Hubiera sido cómico de no resultar trágico. En retrospectiva, el detective reconocía que no era imparcial, su corazón (o al menos el lugar de su pecho donde solía estar éste) estaba con el Turno Libre. Lo que no era un obstáculo para reconocer la valía de los de Interna. Bravos muchachos, le hacían recordar los miembros de su unidad durante la guerra. Pero los datos son los datos, fríos como una biblioteca recién abierta. Y los datos decían que el numero de instancias echadas en la última convocatoria era de unos mil para la Interna y de alrededor de dos mil ochocientos para el Turno Libre, y que el número de temas para el oral variaba entre los 60 de TI y los 153 de Libre, y que, por tanto, el parón del verano debería establecerse en favor de estos últimos. Es más, en el utópico sistema de convocatoria anual que imaginaba, se dejaba un lapso de tiempo prudencial y con garantías para la promoción desde la gestión procesal...

De pronto sonó el teléfono. Al descolgarlo, el detective identificó la voz de uno de sus informantes, el rumor que había en la calle era que el test de Interna era en Junio y el de Libre a finales de Septiembre. Tras colgar el auricular soltó un silbido de sorpresa, alargó la mano y cogió un objeto del escritorio. Era un rotulador fluorescente ya gastado. Perteneció a su compañero, que cayó en acto de servicio. Mientras jugueteaba con el rotulador entre los dedos pensó: "este va a ser un caso muy largo".


PEQUEÑOS PLACERES


(Madre mía, qué hambre. A buena hora se me ocurrió lo de la fotito)



La belleza del mundo se encuentra en las pequeñas cosas.

¿Qué es lo bueno de haber aprobado?




  • No sé en qué día vivo,no sé si es jueves, martes o dominlunes (esa parte del domingo en la que estás jodido porque al día siguiente empieza la semana). No tengo calendario en mi cuarto. Ni ganas.
  • No sé qué hora es, justo a la semana de aprobar me cargué inconscientemente -ejem- el despertador. Premonitorio. Bueno, en realidad postmonitorio (818 LEC).
  • Me levanto a las 11 y me parece temprano. ¿Os he dicho que me he cargado el despertador? Me he despertado dos veces antes de las nueve desde que aprobé. Para aquellos que estén rechinando los dientes con la entrada (ejem), podeis consolaros conque uno de ellos fué para ir al dentista.
  • Voy a ver el mundial de fútbol de forma decente, ese gustazo de tragarse un Corea-Nigeria sin venir a cuento, sólo por el mero hecho de tener tiempo libre. Y que cuando llegue un determinado momento, te haces fan a muerte de unos de los equipos. ¡Japón! ¡Japón! Esto guarda relación con...
  • He visto la final de hockey hielo de las olimpiadas de invierno, y no me gusta el hockey, ni me sé las reglas, ni la mitad de las veces veo el disco.Es más, me parece un auténtico coñazo. Más que el curling. Pero qué más da. Si es que tengo tiempo.
  • Los domingos vuelven a ser domingos, y no otro día cualquiera de estudio.El domingo es el día del señor, no el del señor Carperi.
  • Puedo comer a las tres de la tarde sin ningún remordimiento. Before: ¡Mamá, que son las dos y media! ¡Mamá, por Chiovenda!, ¡¿que son las tres, cuándo empiezo yo a estudiar?! Now: ¡Many, a comer!, ¡Many, que se me cansa la boca, te quieres venir a comer!
  • Tengo tiempo para leer. Y leo por gusto. No veo un Carperi ni en pintura.
  • Voy a la biblioteca como parte de mi tiempo de ocio. Ahora soy yo el que molesta a los opositores mientras estoy buscando novelas. Muahahahaha!!
  • Puedo salir por ahí siempre que me llamen. Disponibilidad, qué bonita palabra.
  • Voy a Cádiz sólo a beber cerveza. Nada de preparador. Bueno, si el preparador quiere beber cerveza...
  • Los lunes y los jueves no tienen nada de especial.
  • Tengo el cuarto limpio. Ejem. Limpio de dos mil papeles, folios, temas de carperi tirados por el suelo.
  • La blancura de mi piel no se debe a que soy un opositor. Claro que ahora tengo que encontrar otro motivo a la pigmentación de mi piel. ¿Soy una subespecie de emo?
  • Cuando alguien me pregunta qué es un Secretario Judicial, respondo amablemente. Es más, respondo amable y detenidamente, hasta que el que haya preguntado se rocía con gasolina y me pide fuego.
  • Mi madre no se avergüenza cuando le preguntan "¿qué es de tu niño?" Tampoco es que tenga muy claro qué es de su niño (hace poco me preguntó si mis oposiciones eran nacionales -No mamá, yo iba a Madrid sólo de turismo), pero ahora puede inventarse la respuesta de forma más alegre.
  • Puedo ver Lost pimplándome una botella de vino sin ningín tipo de preocupaciones por el estado en que me despertaré al día siguiente. Y quién dice una botella de vino dice esa botella de vino más dos litronas más un cubata. Oye, y ni así le pillo yo el sentido a esta última temporada.
  • Se me está olvidando escribir a mano. ¿Cómo escribiré ahora mis prendas delicadas? (tatachás)
  • No he visto a un opositor a policía local en meses. Que parece que no, pero relaja mucho. Y el que no entienda lo que quiero decir o no va a estudiar a la biblioteca, o no hay allí opositores a locales, o resulta que los únicos pesados me los he encontrado yo, que también es posible.
  • Escucho música nueva. Quiero decir, ya no me pongo unicamente el sota-caballo-rey que tenía durante las oposiciones, sino que voy por ahí investigando y comprando legalmente (ejem -vaya catarro tonto, que estoy cogiendo)  nuevos discos. Algunos de ellos me hacen añorar mi etapa "sólo me gusta el rock de los 70", o incluso la de "ojalá me quedara sordo", pero bueno, sin riesgo no hay gloria.
  • ¡He cogido la bici! Vale, sí, tres veces contadas, pero ¡y lo sano que me siento!
  • Y más cosas que se me olvidan (también podríamos añadir, "me estoy volviendo tonto a pasos agigantados, ¡y me da igual!")


Pd: si alguno tiene ganas de matarme un poco, además de recordarle que es pecado, delito, caca-niño-caca-que-eso-no-se-come, le digo también que esto me lo sugirieron en los comentarios de la entrada anterior. Así que si alguien empieza a reventar cabezas, que no caiga sólo la mía, ¿eh? Y ya de paso, si quiere seguir con la masacre e ir al Ministerio, tiene mi bendición.

LA ESPESEZ MÁS ESPESA QUE ESPESA MI ESPESEZ



Estoy en blanco. En blanco nuclear (nu-ce-lar). No se me ocurre nada acerca de lo que escribir en el blog. Tampoco es que sea una sorpresa, ¿no?, lo habreis notado, la frecuencia de las nuevas entradas disminuye y ya no tienen la chispa y el ingenio gaditano del principio (ejem).

Vale, me acabo de dar cuenta de que os he mentido en sólo tres líneas. Deberíais sentiros halagados, sólo mi preparador ha recibido igual trato. Mentido no en lo de la falta de ingenio (¿falsa modestia?) claro, sino en lo de que no se me ocurre nada sobre lo que pamplinear. En realidad sí tengo un par de cositas en mente, lo que pasa es que, por una lado, no tengo ganas de escribir, por otro, no sé como desarrollarme.

Es más, ni siquiera os he contestado a los comentarios del post anterior (por lo que os pido mil disculpas) , cosa que antes me molaba bastante. Pero es que ahora, póngome ante el ordenador y nada. De hecho, ahora mismo llevo cinco minutos delante de la pantalla sin saber qué escribir. Yo, el niño que ha escrito hasta acerca del Kas limón. Uff.

De todos modos, es algo normal, cuando uno empieza en esto tiene ya unas ideas iniciales, que le dan para ir tirando unas cuantas entradas. En un blog sobre la oposición bibliotecas, carperis, técnicas de estudio son las primeras que vienen a la mente de uno. Luego es difícil contar cosas nuevas. O más bien, es difícil cuando te planteas si de verdad te apetece contra cosas nuevas, O no, la verdad es que estoy hecho un lío.

Claro que también influye que estoy en un proceso de sosez bastante vertiginoso en la vida real (los genes Simpson, que se estarán manifestando). Desde el aprobado voy cuesta abajo y sin frenos (salerosamente hablando) y de eso puede dar cualquiera que me conozca in person y además lea el blog... ejem BRosaLe ejem (es que los amigos extraoposición que me han leido han huido despavoridos porque no se enteraban de nada).

Y eso es porque trabajo mejor bajo presión, o después de la presión. O eso creo. Antes solía escribir en el bus de vuelta del preparador, tras el subidón del cante. Siempre tengo más arte en momentos pre y post examen (y cantar ante el prepa -mira Inma, prepa- no deja de ser un examen). Aunque claro, también puede ser que sea que creo (por el subidón adrenalínico) que es así, cuando realmente no lo es. Y entonces los demás creen que yo creo que creen eso, (toma ya) cuando no es verdad. Un pensamiento muy Matrix, todo hay que decirlo.

Por supuesto que también está el que esto es un blog de un opositor. Y yo ya no lo soy. Y el cambio se nota. Me lo preguntó el otro día un familiar: ¿y como te acostumbras a no estar todo el día estudiando? Pues es fácil, no estudiando (además de levantándome a las 11, claro). Lo complicado es adaptarse a la rutina de la oposición, no a la no rutina de la vagancia. Faltaría más, que soy andaluz y a mucha honra... Pero que no me refería a eso, sino a que uno se siente ajeno al tema del estudio cuando realmente ocupa su tiempo en el dolce far niente. Podría escribir sobre las sensaciones del aprobado, pero parecería recochineo más que otra cosa.

Y para que conste el bloqueo bloguero, llevo cinco días para escribir los cuatro mierdas de párrafos de más arriba.

Uff, qué mal estoy.

Y para colmo publico una entrada de autocompasión.

En la que no digo absolutamente nada.

¿Se nota mucho que estoy escribiendo líneas para que esto quede un poco más largo?

¿Sí?

¿No?



Pd1: que que esto iba a pasar ya me lo avisaron los veteranos en esto de los blogs. Así que podéis decirme "yoyatelodije".


Pd: no me leeis, pero qué más da. Gracias Uky y Manu por publicitarme en el podcast (cosa totalmente innecesario, mi target de población se reduce a personas con piel excesivamente blanca: opositores e Iniesta). No obstante, quid pro quo, Starlings: Cacahuetes El Podcast

Full Metal Melancholy



Como no todo va a ser felicidad y jolgorio en mi vida, os voy a contar una historia depresiva, que creo que ya me tocaba en los casi ocho meses (ocho, cágate lorito) del blog.

Veamos. Mi preparador no está en mi ciudad, sino en la capital de la provincia, que está a unos 25kms... ¡ah, qué coño! si todos sabeis que soy de Chiclana. A buenas horas voy yo a ponerme a proteger mi identidad, si ya tengo asumido que un día salgo en la página de sucesos de El Diario de Cádiz, engordando el macabro (pero fascinante) historial del pueblo en los últimos años...

¿De qué estaba yo hablando? (para variar). Ah, vale, que yo soy de Chiclana, que mi preparador está en Cádiz y que tenía que coger el autobús dos veces por semana (salvo en las ocasiones de la entrada anterior, claro ;)). Lunes y jueves a las 20:30. Una y otra vez. Año tras año (¿habeis notado como con lo del "año tras año" le meto dramatismo?, ¡sillón W para mí, ya!).

Así que llegaba, me montaba en la parte trasera del bus, porque mola más que sentarse delante, justo en los asientos que hay tras la salida posterior y desplegaba mi arsenal de esquemas, listas y hojas de carperis sueltas. Sí, no me mireis con esa cara, repasaba de camino al prepa (por cierto, mi hermana odia esta abreviatura). Yo, al igual que Mike Seaver, trabajo mejor bajo presión.

¿Qué os pasa? ¿Y ese murmullo? Os noto agitados. Ah, ¿que dónde está la historia depresiva?, ¿que hasta ahora no son más que las gilichorreces de costumbre? Un momento, un momento, dejad que me explique (coñe, que peor es Arrayan).

El nudo de la historia se encuentra en que siempre, en la primera parada, se montaba un pasajero. A ver, se montaban varios, pero uno siempre coincidía. De hecho, los únicos ocupantes del vehículo que repetíamos lunes tras lunes, jueves tras jueves (año tras año), en esa hora que ni es tarde ni es noche, éramos él y yo.

Nunca cruzábamos palabra, ni siquiera nos saludábamos (joder, esto se parece cada vez más a una historia erótica, como aparezca un vicario la liamos). El se sentaba en la parte de delante, en mi misma fila de asientos. Nos levantábamos a la vez, puesto que bajábamos en la misma parada, pero ni siquiera entonces cruzábamos palabra (taaan cruito), sino que hacíamos un leve movimiento con la cabeza o emitíamos un ininteligible sonido que ni siquiera llegaba a oir a través de mis auriculares (me remito al penúltimo paréntesis). Nos apeábamos y cada uno a lo suyo.

Y así una y otra vez (ya, ya, año tras año; ahora pegaría una de esas escenas, en plan Notting Hill en las que las estaciones van sucediéndose, marcando el ciclo de la vida aahhhhchibuennññaaa!!). Sólo variábamos la rutina los meses de verano, en que voy los viernes, y cuando se acercaba un examen, que me cuelo en Cádiz los sábados por la mañana (CSPM*). Me gustaba esa sensación que tenía los meses de septiembre (a coro: ¡año tras año!), la duda acerca de si iba a volver a encontrármelo después del verano;si esa rutina, tan cara a los opositores, iba a mantenerse invariable (aggh, que ñoñez).

Ya hace tres meses que no cojo esa línea. No he vuelto a ver al pasajero desconocido. De vez en cuando me acuerdo de él, ¿seguirá yendo a la capital lunes y jueves (ahora en inglés: year after year)?, ¿se acordará de mí? Por el pifostio que montaba sabrá que soy opositor, ¿pensará que he aprobado?, ¿que me he dado por vencido?

Es un símbolo de la vida que ha acabado y de la que se inicia ante mí. El anónimo del autobús no volverá, y me alegro. Pero también lo recuerdo con cariño.





Ahora, como sea un amigo de mis padres y me haya tirado seis años sin saludarlo, me matan. El rencor que tendrá acumulado ese pobre hombre.





Pd: ¿Qué? ¿Que tal ha ido la cosa? ¿Alguna lagrimita?



*CSPM: Con Su Puta Madre